¡Por un Año Nuevo sin resaca!

Se acerca la feliz noche de las braguitas rojas, los cotillones y la barra libre de garrafón a precio de oro. Habrá quien se dedique a pelar y despepitar sus uvas con disimulo y quien sea fiel a la tradición y se atragante al son de la primera campanada, pero todos querremos celebrar la entrada del nuevo año brindando con una copichuela o dos.

Si hay una situación que desearemos evitar a toda costa, sin embargo, es levantarnos al día siguiente como si nos hubieran pegado una paliza. Seguro que muchos tenéis en vuestro haber un recuerdo poco grato de una ineludible comida de año nuevo cuyos deliciosos manjares no disfrutásteis en absoluto porque os invadía un malestar apabullante: la infalible resaca. Si alguna vez os habéis despertado exhaustos, con un contundente dolor de cabeza, la boca seca y el estómago revuelto después de una noche de copas, sabéis de qué hablamos. Pero, ¿podemos tomarnos unas copiñas felizmente y levantarnos con ganas de correr una maratón? Hasta cierto punto, ¡sí! Os contamos cómo.

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Cómo sobrevivir a la navidad (conservando la talla de pantalón)

¡Ya es Navidad! Llegó esa época del año en la que nos hinchamos a comer y a beber como si no hubiera mañana. Habrá quien se despierte cantando villancicos abrazado a una zambomba y quien refunfuñe deseando encerrarse en un búnker hasta que pasen estas fechas, pero unos y otros nos enfrentaremos a bandejas rebosantes de turrones y copas perennemente llenas. Ante esa tesitura nos preguntamos: ¿podemos disfrutar alegremente de las celebraciones navideñas y al mismo tiempo conservar la talla de pantalón? ¡Desde luego! Os contamos algunos truquillos.

Si sois los invitados

Éste es el papel menos laborioso (porque no os toca pensar menús ni cocinar) pero también el más peliagudo (porque querréis evitar que los anfitriones se molesten si os pasáis de quisquillosos). Ved algunas estrategias infalibles:

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Intolerancia a la lactosa: con leche sin, por favor

Un poquito de historia

Hasta hace cerca de 12.000 años, cuando los clanes humanos empezaron a aposentarse junto a sus cultivos y a domesticar ganado, nadie bebía leche una vez destetado. Y no puedo culparles… ¿quién se habría aventurado a ordeñar a una enorme búfala salvaje? Igualmente, ya os adelanto que el esfuerzo habría sido en vano: la inmensa mayoría de los que levantaban más de un metro del suelo no habría podido digerir la preciada leche.

Y es que la evolución favoreció la aparición de un gen que «apagaba» la síntesis de lactasa (la enzima que descompone la lactosa) en los niños una vez podían masticar y comer lo que sus mayores. Ese apagón impedía a los adultos digerir la lactosa (el azúcar de la leche). Existe, sin embargo, una mutación de ese gen, común en quienes tienen ascendencia europea, que evita el apagón y permite digerir la leche de por vida. Se cree que la mutación se vio favorecida precisamente en Europa porque la leche significaba un aporte extra de vitamina D en latitudes donde el sol no incidía con la fuerza ecuatorial de las llanuras africanas.

Hasta que se tuvo acceso a una vaca amable y predispuesta, sin embargo, nadie lo sabía.

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Vitamina B2 (pura energía y pelazo)

Un poquito de historia

Corría el año 1879 cuando una sustancia amarillenta presente en la leche, visible a través del microscopio, llamó la atención por primera vez. Se bautizó como flavina, del latín flavus (amarillo). Poco después, el mismo pigmento se detectó también en el hígado y en la clara de huevo, aunque se desconocía su papel o la importancia que pudiera tener como nutriente. No sería hasta 1933 cuando se descubrió su rol esencial como vitamina, se incluyó dentro de las vitaminas del grupo B como B2 y se la nombró riboflavina.

Su misión es

El cuerpo necesita riboflavina para transformar las calorías de las proteínas, grasas y carbohidratos que consumimos en energía que las células pueden utilizar eficazmente. Una carencia de esta vitamina reducirá inexorablemente la energía disponible de vuestras células. Os sentiréis débiles y apáticos y os costará un mundo concentraros y focalizar vuestra atención.

La vitamina B2 también se utiliza como precursora en la formación del cabello, la piel y las uñas. Si queréis un pelazo lustroso y brillante, una piel radiante y unas uñas irrompibles, aseguraos de consumirla a diario.

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Calcio (fortaleciendo huesos)

Un poquito de fisiología

¿Sabíais que nuestros cuerpos contienen más de un kilo de calcio? No sorprende que sea esencial que lo consumamos con regularidad y en cantidad suficiente. El 99% de ese calcio, combinado con fósforo en forma de fosfato de calcio, se encarga de proporcionar rigidez y dureza a huesos y dientes. Pero vuestro esqueleto no es el mismo desde que pegásteis el último estirón: los huesos forman un tejido vivo que está en permanente reciclaje y formación. Las células óseas funcionan como un almacén de calcio: éste es continuamente absorbido por el tejido óseo y devuelto al organismo en un ciclo sin fin (más que como una cuenta de ahorro a largo plazo, los huesos actúan a modo de cartera de calcio).

El otro 1% se encuentra distribuido en el resto de los tejidos y fluidos del cuerpo, donde interviene en infinidad de procesos como la contracción muscular y la coagulación de la sangre. Así que para que podamos movernos alegremente y curarnos las heridas, ¡conviene mantener esa cartera bien llena de calcio!

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¿Exceso de peso? La influencia del consumo excesivo de azúcares

Hace ya algunos años que se habla del aumento de la obesidad a nivel mundial, que está afectando tanto a la población adulta como a la población infantil. Hoy en día es una de las crisis de salud pública que más preocupación despierta. El sobrepeso, y sobre todo la obesidad, además de aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, también aumenta el riesgo de sufrir diabetes e incluso cáncer; los expertos han puesto el foco en el consumo excesivo de grasas y azúcares simples. Teniendo en cuenta que durante la infancia hay una clara preferencia por lo dulce –y con moderación no supondría un problema—, los expertos recomiendan reducir el consumo de azúcares, empezando como primera acción limitando el consumo de alimentos con azúcares añadidos al 10% (como máximo) de la ingesta  diaria de calorías, para así poder controlar el consumo total de azúcares. (más…)