Vitamina B6 (alegres, imbatibles y sin síndrome premenstrual)

Un antidepresivo natural

¿Habéis oído hablar de la serotonina? Es un neurotransmisor que sintetizamos en el cerebro, encargado de mantenernos alegres, animados y con ilusión. Además, hasta un 90% de la serotonina presente en el organismo se encuentra en el intestino, donde promueve incansable el tránsito intestinal para que, aparte de felices, andemos ligeros de equipaje. Por ello, para olvidar por completo el significado de la palabra «estreñimiento» y para no sufrir más «depre» que la del regreso de vacaciones, debemos mantener un nivel de serotonina adecuado y constante. Y adivinad qué «material de construcción» necesitamos para fabricarla… ¡Vitamina B6!

Un poquito de fisiología

Como ocurría con las demás vitaminas del grupo B, la también llamada piridoxina nos permite liberar y utilizar la energía de los alimentos. Resulta esencial en el metabolismo de las proteínas y actúa a modo de llave bioquímica en una plétora de reacciones necesarias para que despertemos cada día con ganas de comernos el mundo.

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Magnesio (el multi-tarea que lubrica nuestros engranajes)

El magnesio es un micronutriente clave. Habrá quien os discuta si merece la medalla de oro de los minerales más críticos para un óptimo funcionamiento del organismo, pero nadie pondrá en duda su reputada posición en el podio. Y es que el magnesio participa en una miríada de procesos fisiológicos de un modo u otro. Podría decirse que actúa a modo de lubricante de los engranajes bioquímicos que nos mantienen jóvenes, funcionales y felices. No alberguéis duda alguna de que un nivel inadecuado de este mineral repercutirá en vuestra salud más pronto que tarde. Si vais a ser deficitarios en algo, ¡no querréis que sea en magnesio!

El perfecto multi-tarea

Por si os pica la curiosidad, he aquí algunos de los engranajes en los que nuestro bienamado mineral tiene un papel primordial:

  • El magnesio interviene en la síntesis de neurotransmisores y en la transferencia del impulso nervioso de una neurona a otra. Nuestro equilibrio espiritual, mental y físico depende en gran medida del delicado balance de nuestros neurotransmisores, que a su vez requerirá que tengamos disponibles los ingredientes necesarios para sintetizarlos. Una deficiencia de magnesio puede traducirse en ansiedad, desasosiego, malestar, irritabilidad taquicardias sin un motivo aparente. De ahí que a menudo los déficits de magnesio se confundan con (y diagnostiquen erróneamente como) hipocondrías.

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Vitamina B5 (ligeros de equipaje y en paz con el mundo)

Un poquito de etimología

A la vitamina B5 se la llama también ácido pantoténico (del griego pantothen o “en todos lados«). Se bautizó así en la década de los 40, cuando se comprendió su importancia y se incluyó en el selecto grupo de las vitaminas. Su presencia es habitual en la mayoría de alimentos (de ahí su nombre), lo que es de agradecer porque resulta crucial para una miríada de reacciones sin las que la vida tal como la conocemos no sería posible.

Un poquito de fisiología

Las células de nuestro organismo fabrican su energía a través de una molécula llamada coenzima A, de la que forma parte nuestra bienamada vitamina B5. Sin ella, no podríamos extraer la energía de los alimentos que consumimos, lo que nos sumiría en una apatía feroz. Tampoco podríamos sintetizar compuestos como los ácidos biliares (sin los cuales no nos sería posible absorber las vitaminas liposolubles, como la A, la D y la E) o las hormonas esteroideas (incluidos estrógenos y testosterona, las principales hormonas sexuales).

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La dieta de los astronautas

¿Quién no se ha imaginado alguna vez con el aparatoso atuendo astronauta, flotando a gravedad cero y contemplando la Tierra desde el espacio?

Sin duda debe ser una experiencia fascinante, aunque si sigue en vuestra lista de «algún día», consolaos advirtiendo que no está exenta de incomodidades. Olvidaos de acompañar la belleza (y el frío) de la escena con una deliciosa taza de café humeante y un pedazo de tarta de zanahoria recién hecha. Aparte del desafío inherente a llevaros algo a la boca dentro del traje espacial, lo más probable es que vuestro estómago llevase regular eso de flotar.

Aunque una vez acostumbrados a la gravedad cero (o cuando el hambre fuera más fuerte que el mareo), ¿os habéis preguntado cómo saciaríais vuestro apetito en la Estación Espacial Internacional?

Un poquito de historia

Atrás han quedado los tubos de aluminio (formato dentífrico) con pasta de carne o crema de chocolate que cenó Yuri Gagarin durante la primera incursión de la humanidad al espacio exterior en 1961. ¡Tampoco esperéis que os ofrezcan un bocadillo! Los tripulantes del Gemini III aprendieron la lección en 1965 cuando las migas de cierto sandwich de contrabando sembraron el caos poniendo en peligro los circuitos de la nave. John Young, el piloto, lo había colado a hurtadillas con la esperanza de aliviar su hambre con algo más apetecible que los cubitos de gelatina establecidos.

¿Qué hay de menú?

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