¡Por un Año Nuevo sin resaca!

Se acerca la feliz noche de las braguitas rojas, los cotillones y la barra libre de garrafón a precio de oro. Habrá quien se dedique a pelar y despepitar sus uvas con disimulo y quien sea fiel a la tradición y se atragante al son de la primera campanada, pero todos querremos celebrar la entrada del nuevo año brindando con una copichuela o dos.

Si hay una situación que desearemos evitar a toda costa, sin embargo, es levantarnos al día siguiente como si nos hubieran pegado una paliza. Seguro que muchos tenéis en vuestro haber un recuerdo poco grato de una ineludible comida de año nuevo cuyos deliciosos manjares no disfrutásteis en absoluto porque os invadía un malestar apabullante: la infalible resaca. Si alguna vez os habéis despertado exhaustos, con un contundente dolor de cabeza, la boca seca y el estómago revuelto después de una noche de copas, sabéis de qué hablamos. Pero, ¿podemos tomarnos unas copiñas felizmente y levantarnos con ganas de correr una maratón? Hasta cierto punto, ¡sí! Os contamos cómo.

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Agua (guapos e hidratados)

Seguro que habéis oído eso de que cerca de dos tercios del cuerpo humano es agua. Pues sin ser del todo preciso, como comentario da en el clavo. El agua es el componente más abundante de nuestros cuerpos, constituyendo desde el 50 al 75% del peso corporal según nuestra edad y porcentaje de grasa. Conforme envejecemos, perdemos agua (lo que, unido al descenso en la cantidad de colágeno, hace que nos salgan arruguillas). Además, el tejido magro contiene cerca de un 70% de agua, mientras que el graso apenas alcanza el 20%. De ahí la variabilidad.

Para clarificar, imaginaos por ejemplo un adulto esbelto de 73 Kg… ¡acarreará casi 40 litros de agua! No es de extrañar que sea tan crucial que nos hidratemos bien. Sabréis que podemos sobrevivir varias semanas sin comer, pero sin agua… en pocos días diremos «adiós mundo cruel».

Un poquito de fisiología

El agua corporal se encuentra tanto dentro de las células (constituyendo su medio interno, el llamado citoplasma), como formando parte del líquido extracelular. Este último incluye el líquido intersticial (que cubre el exterior de las células) y el intravascular (la sangre y la linfa), estructurados en compartimentos separados por compuertas bioquímicas.

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