Se acerca la feliz noche de las braguitas rojas, los cotillones y la barra libre de garrafón a precio de oro. Habrá quien se dedique a pelar y despepitar sus uvas con disimulo y quien sea fiel a la tradición y se atragante al son de la primera campanada, pero todos querremos celebrar la entrada del nuevo año brindando con una copichuela o dos.
Si hay una situación que desearemos evitar a toda costa, sin embargo, es levantarnos al día siguiente como si nos hubieran pegado una paliza. Seguro que muchos tenéis en vuestro haber un recuerdo poco grato de una ineludible comida de año nuevo cuyos deliciosos manjares no disfrutásteis en absoluto porque os invadía un malestar apabullante: la infalible resaca. Si alguna vez os habéis despertado exhaustos, con un contundente dolor de cabeza, la boca seca y el estómago revuelto después de una noche de copas, sabéis de qué hablamos. Pero, ¿podemos tomarnos unas copiñas felizmente y levantarnos con ganas de correr una maratón? Hasta cierto punto, ¡sí! Os contamos cómo.