Vitamina C (super-héroe antioxidante al rescate)

Si hubiera un torneo universal a la molécula más aguerrida en la lucha contra el envejecimiento y la oxidación, sin duda la vitamina C se alzaría con el cinturón de campeón mundial indiscutible.

Un poquito de fisiología

Y es que nuestro intrépido antioxidante, también conocido como ácido ascórbico, actúa a modo de kamikaze bioquímico. Entre otros dignos cometidos, la molécula de vitamina C se dedica a neutralizar los radicales libres procedentes del metabolismo celular, cuya eventual acumulación es la última responsable del estrés oxidativo, causa a su vez del envejecimiento prematuro y de la inflamación sistémica crónica (así como de que aumente considerablemente nuestro riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y cáncer). ¡Y esa es solo una de las tareas que tiene encomendadas!

La llave de la eterna juventud

Imaginad pues la colosal trascendencia que alcanza el mantener nuestro bienamado cuerpo bien surtido de vitamina C. No solo nos ayuda a alejarnos cautamente del cepo de las enfermedades crónicas no transmisibles, sino que nos mantiene jóvenes a nivel celular (lo que invariablemente se traduce en una salud de hierro y en una lozanía física que ya quisiera para sí el célebremente bello David de Miguel Ángel).

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Vitamina B3 (el abrelatas que libera nuestra belleza, energía y bienestar)

Un poquito de historia

¿Os acordáis de cómo se dilucidó el misterio del beriberi y la vitamina B1? No había nacido aún el siglo pasado cuando Casimir Funk, un súper pionero de la epidemiología, identificó las dietas a base de arroz blanco propias de algunos buques orientales (ciertamente deficitarias en este nutriente esencial), como la causa real de la enfermedad. En una época en la que la mera idea de que una enfermedad fuera consecuencia directa de un déficit alimentario cabía holgadamente dentro de la categoría de «ciencia ficción», lo de Funk tuvo un mérito tremendo.

Pues algo parecido ocurrió con la vitamina B3, las dietas a base de maíz y la pelagra (del italiano pelle (piel) y agra (áspera)), también llamada la enfermedad de las 3 des (por dermatitis, diarrea y demencia). Fiel a su tozudez característica, la ciencia médica se negó durante décadas a aceptar la evidencia de que la pelagra no tenía un origen infeccioso, sino que la causaba un déficit alimentario.

Vencidas las reticencias iniciales y bien entrada la tercera década del siglo pasado, aquella sustancia esencial se bautizó como vitamina PP (porque «Prevenía la Pelagra»). Hoy la conocemos como niacina o B3.

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Hierro (eruditos enérgicos y de piel radiante)

Cuánta sabiduría encerraba la mítica frase «Venga, acábate las lentejas, ¡que tienen mucho hierro!» Y es que este elemento cabe holgadamente en la categoría de artillería pesada en la defensa de vuestra salud… Sabed que el hierro:

  • reduce el agotamiento y la fatiga;
  • favorece la concentración y la agudeza mental; y
  • mantiene la salud (y la belleza) de la piel.

Un poquito de fisiología

El hierro forma parte esencial de la hemoglobina, el pigmento que da color a los glóbulos rojos, encargados de transportar el oxígeno y distribuirlo desde los pulmones a todas las células del cuerpo. Cada día producimos alrededor de 200.000 millones de glóbulos rojos nuevos, que necesitarán hierro para poder realizar su función y sustituir a sus antecesores con arrojo y tesón. Si andáis faltos de hierro, los pobres glóbulos rojos no podrán cargar todo el oxígeno que quisieran, vuestras células pasarán hambre y a vosotros os invadirá la fatiga.

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Vitamina B2 (pura energía y pelazo)

Un poquito de historia

Corría el año 1879 cuando una sustancia amarillenta presente en la leche, visible a través del microscopio, llamó la atención por primera vez. Se bautizó como flavina, del latín flavus (amarillo). Poco después, el mismo pigmento se detectó también en el hígado y en la clara de huevo, aunque se desconocía su papel o la importancia que pudiera tener como nutriente. No sería hasta 1933 cuando se descubrió su rol esencial como vitamina, se incluyó dentro de las vitaminas del grupo B como B2 y se la nombró riboflavina.

Su misión es

El cuerpo necesita riboflavina para transformar las calorías de las proteínas, grasas y carbohidratos que consumimos en energía que las células pueden utilizar eficazmente. Una carencia de esta vitamina reducirá inexorablemente la energía disponible de vuestras células. Os sentiréis débiles y apáticos y os costará un mundo concentraros y focalizar vuestra atención.

La vitamina B2 también se utiliza como precursora en la formación del cabello, la piel y las uñas. Si queréis un pelazo lustroso y brillante, una piel radiante y unas uñas irrompibles, aseguraos de consumirla a diario.

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Agua (guapos e hidratados)

Seguro que habéis oído eso de que cerca de dos tercios del cuerpo humano es agua. Pues sin ser del todo preciso, como comentario da en el clavo. El agua es el componente más abundante de nuestros cuerpos, constituyendo desde el 50 al 75% del peso corporal según nuestra edad y porcentaje de grasa. Conforme envejecemos, perdemos agua (lo que, unido al descenso en la cantidad de colágeno, hace que nos salgan arruguillas). Además, el tejido magro contiene cerca de un 70% de agua, mientras que el graso apenas alcanza el 20%. De ahí la variabilidad.

Para clarificar, imaginaos por ejemplo un adulto esbelto de 73 Kg… ¡acarreará casi 40 litros de agua! No es de extrañar que sea tan crucial que nos hidratemos bien. Sabréis que podemos sobrevivir varias semanas sin comer, pero sin agua… en pocos días diremos «adiós mundo cruel».

Un poquito de fisiología

El agua corporal se encuentra tanto dentro de las células (constituyendo su medio interno, el llamado citoplasma), como formando parte del líquido extracelular. Este último incluye el líquido intersticial (que cubre el exterior de las células) y el intravascular (la sangre y la linfa), estructurados en compartimentos separados por compuertas bioquímicas.

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