¿Qué habría sido del gran hidalgo Don Quijote sin su fiel escudero Sancho Panza? Ni en sueños habría podido salir airoso de sus hazañas, ni mucho menos vencer a los gigantes que algún envidioso describió como molinos.
Así podríamos describir el decisivo papel que ejerce el zinc en el organismo, el de un fiel escudero que defiende a capa y espada nuestra retaguardia para que salgamos al mundo a vencer cuanto gigante ose amenazarnos.
Hazañas quijotescas aparte, el zinc resulta esencial, entre otros dignos cometidos, para que podamos ver, oler y oír. Sabiendo esto… ¿a que la comparación ya no parece tan exagerada?
Un poquito de fisiología quijotesca
El cuerpo humano acarrea una media de 2g de zinc, repartido entre órganos, tejidos y fluidos. Sin él, más de 70 enzimas no podrían ejercer su papel, esencial en una cantidad ingente de circuitos fisiológicos. El zinc también actúa estimulando el sistema inmunológico y la cicatrización de heridas. Vamos, que además de llevaros el escudo, no dudará en defenderos a capa y espada si os asaltan bandidos, ni en vendaros las heridas si os caéis del caballo.